Los antibióticos son los fármacos utilizados para tratar las infecciones causadas por bacterias. Actúan contra las infecciones matando las bacterias o dificultando su desarrollo y reproducción, pero hay que recordar que no son eficaces contra virus, hongos ni parásitos. Por lo tanto, no debes utilizarlos para tratar infecciones comunes causadas por virus, como son el resfriado, la gripe, la mayoría de casos de dolor de garganta, de tos y bronquitis, muchas infecciones de los senos paranasales (sinusitis) y muchas infecciones de oído.
Existe una amplia variedad de antibióticos de diferentes familias para combatir las enfermedades bacterianas. Además de la familia de las penicilinas, existen otras clases, como las cefalosporinas, ciprofloxacinas, las fluoroquinolonas, los macrólidos, los aminoglucósidos, los carbapanémicos, etc.
En la selección del antibiótico adecuado para el tratamiento de una infección, el médico debe realizar un diagnóstico específico. En gran parte de las infecciones, la relación entre el microorganismo causante de esta y el cuadro clínico no es constante, por lo que es importante identificar cuál es la bacteria responsable del proceso infeccioso.
En las infecciones causadas por diferentes tipos de bacterias, o por bacterias en las que la acción de los antibióticos no sea predecible, deben solicitarse pruebas de laboratorio para identificarlas.
También se realizan pruebas con las bacterias infecciosas para determinar su sensibilidad a diversos antibióticos. Dado que tales pruebas suelen tardar 1 día o 2 en proporcionar resultados, no sirven para orientar la elección inicial del antibiótico.
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